Publicado originalmente por Juntas en Acción el día 10 de mayo de 2021.
La académica Patricia Peña nos relata cómo la pandemia dejó aún más al descubierto los problemas de conectividad, la falta de alfabetización y cómo nuevamente las mujeres corremos con desventaja.
Con la pandemia, cada rincón de la casa se transformó en oficina y sala de clases. La vida productiva se está realizando de manera telemática, exigiendo así a cada hogar tener acceso a Internet y a cada persona un manejo base de las herramientas digitales.
Esta situación ha dejado en evidencia la brecha digital, en especial aquella que contempla al género como variable. Esta es definida por la Cepal como “aquellas diferencias entre hombres y mujeres en el acceso a equipos informáticos y en el uso de dispositivos electrónicos e internet”.
Patricia Peña es académica de la Universidad de Chile, directora de la ONG Datos Protegidos y coordinadora del proyecto Reconectadas en Recoleta con el apoyo de Juntas en Acción y el cofinanciamiento de la Unión Europea. Patricia señala que la brecha digital es acuñada y comienza a ser estudiada casi de manera paralela a la masificación de internet y que en un comienzo se estudiaba en relación al acceso, en especial a finales de los años 90.
“La brecha digital se suma a todas otras brechas sociales que tenemos (…) Y hay una segunda etapa, no es sólo tener la infraestructura de conectividad vía banda ancha o teléfono móvil, sino que tiene que ver con las habilidades y competencias para usar internet, es decir, si estamos alfabetizadas digitalmente”.
Patricia explica que la siguiente fase involucra los distintos grados usos y apropiaciones de Internet para resolver asunto de la vida cotidiana. De esta forma, al sumar el factor género, esta brecha se convierte en una de las más difíciles en resolver en América Latina.
“El 2013 Cepal y Naciones Unidas advertían que el gran desafío para todos los países era tratar de cerrar la brecha digital de género. Se había constatado que menos de la mitad de las mujeres latinoamericanas realmente tenían el acceso y las competencias para hacer uso pleno en su vida cotidiana”, indica.
Acceso, usos y apropiación
Esta diferencia, especialmente en términos de acceso, se hace más patente en las mujeres de sectores más vulnerados de la sociedad, principalmente porque viven en sectores con problemas de conectividad.
“Pensemos en mujeres que viven en poblaciones que se consideran barrios rojos porque no llega conectividad de banda ancha… ¡y para qué decir, fibra óptica!, y también las mujeres que viven en sectores rurales”, explica.
En esta línea, Patricia destaca los estudios de la académica Gloria Bondell, de la cátedra Unesco de Tecnología de género, los que muestran los factores asociados al no uso pleno de Internet en el cotidiano debido a los roles sociales.
“Mientras una mujer en un sector vulnerable tiene que responder a una serie de situaciones relacionadas con la sobrevivencia de su familia porque son jefas de hogar, menos tiempo va tener para responder a la necesidad de entender cómo usar internet y sacarle provecho en términos de educación, trabajo, etc.”
La directora de Datos Protegidos explica que, con la masificación de la telefonía móvil, la brecha en cuanto a acceso se comenzó a minimizar. Con ello se empezó a suponer que las otras brechas, como el uso y la alfabetización, se irían resolviendo. Eso, hasta la llegada de la crisis sanitaria.
“La pandemia visibilizó algo que nuestras estadísticas en Chile no estaban mostrando con claridad (…) darnos cuenta que hay mujeres que todavía no tienen la conectividad que requieren, tiene sólo conexión móvil para cuatro personas en una casa, a niños, a adultos que están trabajando”.
A lo anterior agrega el aumento del desempleo femenino, el choque del teletrabajo y el trabajo doméstico y de cuidados en un mismo espacio, el apoyo que deben prestarle a sus hijos que están en clases telemáticas, además de las dificultades de las adultas mayores para usar la tecnología.
“Es complejo ver la soledad y la falta de apoyo que sienten muchas mujeres mayores, que es donde la brecha digital es mayor (…) que te obliguen a sacar salvoconducto con clave única, hay un montón de decisiones que se han ido tomando en la pandemia que no consideran estos factores”.
Decisiones políticas
Patricia sostiene que, por su profundidad, la solución a la brecha digital de género no la dará una sola política pública o trabajo de una organización, sino que se necesita una visión integral. Sugiere, por ejemplo, que es necesario el retorno de los programas de alfabetización.
“La brecha digital es una señora, que está sola y que le va a pedir ayuda a la vecina para sacar un permiso para ir a comprar al almacén”, señala Patricia.
s enfática también al manifestar que en este tema se necesita una decisión más política para poner este tema al centro y cuestiona cómo han sido tomadas las decisiones desde las autoridades, en el caso de la conectividad para estudiantes, por ejemplo.
“No se han resuelto como uno esperaba (…) que hubiese sido, por ejemplo, desde el espacio de las escuelas el proveer de conectividad a las familias de cada niño y niña. Es dramático ver a niñas y adolescente subiéndose al techo o yendo al cerro a conseguir wifi, cuando eso debió haber estado resuelto urgente a comienzos del año pasado”.